8 de maio de 2017

Conversación en La Catedral

Mario Vargas Llosa
Conversación en La Catedral (1969)

A Catedral do título é o nome de uma tasca onde Santiago Zavala, jornalista, e Ambrosio, antigo motorista do pai de Santiago, passam uma tarde de conversa depois de um reencontro inesperado, anos depois de se terem visto pela última vez. Nessa conversa rememoram-se os anos passados, as voltas de uma vida que levaram ao tempo presente, num confronto de experiências que complementam as perspectivas pessoais das situações vividas. A obra, que tem por pano de fundo o ochenio de Manuel Odría, regime militar que durou de 1948 a 1956, sem pretender ser um romance histórico permite algum paralelismo entre algumas personagens e os seus equivalentes reais; a “conversa”, no entanto, tem lugar já depois do fim deste regime.
No prólogo, diz o autor que foi a obra que lhe deu mais trabalho e, se só pudesse salvar do fogo uma delas, esta seria a escolhida. Na verdade, tem algumas particularidades de escrita, como diálogos simultâneos e justaposições de cenas que surgem paralelamente, e encaixam muito bem sem perder o fio narrativo; além disso toda a história decorre em grandes planos narrativos, não lineares na sua sequência, mas que vão fazendo luz sobre o que se leu anteriormente.

Unos minutos después vio entrar a Jacobo y Aída de la mano. Ya no un gusanito ni una culebra ni un cuchillo, un alfiler que hincaba y se esfumaba. Los vio cuchicheándose junto a los añosos estantes y vio el abandono y la alegría de la cara de Jacobo y los vio soltarse cuando Matías se les acercó y vio que desaparecía la sonrisa de Jacobo y aparecía la concentración ceñuda, la abstracta seriedad, la cara que mostraba al mundo desde hacía algunos meses. Llevaba el terno café que ahora se cambiaba rara vez, la camisa arrugada, la corbata con el nudo flojo. Le ha dado por disfrazarse de proletario bromeaba Washington, piensa, se afeitaba una vez por semana y no se lustraba los zapatos, un día de estos Aída lo va a dejar se reía Solórzano.
—Tanto misterio porque ese día íbamos a dejar de jugar —dijo Santiago—. Iba a empezar la cosa en serio, Carlitos.
Había sido al comenzar ese tercer año en San Marcos, Zavalita, entre el descubrimiento de Cahuide y ese día. De las lecturas y discusiones a la distribución de hojitas a mimeógrafo en la Universidad, de la pensión de la sorda a la casita del Rímac a la librería de Matías, de los juegos peligrosos al peligro de verdad: ese día. No habían vuelto a juntarse los dos círculos, sólo veía a Jacobo y a Aída en San Marcos, había otros círculos funcionando pero si se lo preguntaban a Washington respondía en boca cerrada no entran moscas y se reía. Una mañana los llamó: a tal hora, en tal parte, sólo ellos tres. Iban a conocer a uno de Cahuide, que le plantearan las preguntas que quisieran, las dudas que tuvieran, piensa esa noche tampoco dormí. A ratos Matías alzaba la vista desde el patio y les sonreía, en la habitación del fondo ellos fumaban, hojeaban las revistas; miraban constantemente el zaguán y la calle.
—Nos citó a las nueve y son nueve y media —dijo Jacobo—. A lo mejor no vendrá.
—Aída cambió mucho apenas estuvo con Jacobo —dijo Santiago. Bromeaba, se la veía contenta. En cambio él se puso serio y dejó de peinarse y de cambiarse. No se reía con Aída si alguien lo veía, casi no le dirigía la palabra delante de nosotros. Tenía vergüenza de ser feliz, Carlitos.

Li anteriormente:
Los Jefes (1959)
Lituma nos Andes (1993)
A Guerra do Fim do Mundo (1981)

Ningún comentario:

Publicar un comentario