30 de xaneiro de 2018

El Libro de Arena

Jorge Luis Borges
El Libro de Arena (1975)

El libro de arena é outra antologia de contos de Jorge Luis Borges. Integram-na 13 contos e um Epílogo no qual o autor diz, com alguma razão, que prologar contos ainda não lidos é uma tarefa impossível, porque leva à análise de enredos que não convém antecipar, e assim justifica a sua opção por este desfecho.
O imaginário destes contos não se afasta muito dos livros anteriores, dir-se-ia que há uma certa insistência em temas insólitos. Destacam-se talvez o primeiro conto, El otro, onde o autor se encontra consigo próprio quando jovem; El Congreso, a história de uma organização que pretende representar o mundo inteiro, e procura reunir a informação necessária a esse fim, mas sucumbe perante o gigantismo do propósito; There are more things, às voltas com uma casa estranha, entre o fantástico e o suspense, dedicada a H. P. Lovecraft; Utopía de un hombre que está cansado, a descrição de um futuro inesperado, e El libro de arena, acerca de um velho livro de qualidades mágicas, infinito, que o possuidor acaba por reconhecer como monstruoso e do qual se quer desfazer a todo o custo. O excerto que se segue é de There are more things.

Repetidas veces me dije que no hay otro enigma que el tiempo, esa infinita urdimbre del ayer, del hoy, del porvenir, del siempre y del nunca. Esas profundas reflexiones resultaron inútiles; tras de consagrar la tarde al estudio de Schopenhauer o de Royce, yo rondaba, noche tras noche, por los caminos de tierra que cercan la Casa Colorada. Algunas veces divisé arriba una luz muy blanca; otras creí oír un gemido. Así hasta el diecinueve de enero.
Fue uno de esos días de Buenos Aires en el que el hombre se siente no sólo maltratado y ultrajado por el verano, sino hasta envilecido. Serían las once de la noche cuando se desplomó la tormenta. Primero el viento sur y después el agua a raudales. Erré buscando un árbol. A la brusca luz de un relámpago me hallé a unos pasos de la verja. No sé si con temor o con esperanza probé el portón. Inesperadamente, cedió. Avancé empujado por la tormenta. El cielo y la tierra me conminaban. También la puerta de la casa estaba a medio abrir. Una racha de lluvia me azotó la cara y entré.
Adentro habían levantado las baldosas y pisé pasto desgreñado. Un olor dulce y nauseabundo penetraba la casa. A izquierda o a derecha, no sé muy bien, tropecé con una rampa de piedra. Apresuradamente subí. Casi sin proponérmelo hice girar la llave de la luz.
El comedor y la biblioteca de mis recuerdos eran ahora, derribada la pared medianera, una sola gran pieza desmantelada, con uno que otro mueble. No trataré de describirlos, porque no estoy seguro de haberlos visto, pese a la despiadada luz blanca. Me explicaré. Para ver una cosa hay que comprenderla. El sillón presupone el cuerpo humano, sus articulaciones y partes; las tijeras, el acto de cortar. ¿Qué decir de una lámpara o de un vehículo? El salvaje no puede percibir la biblia del misionero; el pasajero no ve el mismo cordaje que los hombres de a bordo. Si viéramos realmente el universo, tal vez lo entenderíamos.

Li anteriormente:
El Informe de Brodie (1970)
Ficciones (1944/1956)
El Aleph (1949/1952)

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